Nuestra Chanuka y el día de San Nicolás han coincififo con un solo día de diferencia. Para la Chanuka hicimos poca cosa; unas golosinas y sobre todo las velitas. A causa de la escasez de bujías sólo las tuvimos diez minutos encendidas; pero no olvidamos el canto ritual, y esto es lo principal. El señor Van Daan fabricó un candelabro y la ceremonia se desrrolló como era debido.
El sábado por la noche la fiesta de San Nicolás resultó más divertida. Elli y Miep habían excitado nuestra curiosidad al cuchichear con mi padre, por lo que dedujimos que algo preparaban.
No nos defraudaron. A las ocho de la tarde descendimos todos por la escalera de madera, desembocamos en las tinieblas del largo pasadizo. A mí se me puso la carne de gallina y quise volverme atrás. Por fin llegamos al vestuario. Como es un cuarto sin ventanas, pudimos encender la luz elétrica. Mi padre abrió el gran armario que hay allí. "¡Qué maravilla!", exclamamos todos. En medio del armario había una gran cesta adornada con papeles de colores y rematada por una máscara de Pedro el Negro.
Nos apresuramos a trasladar la cesta a nustras habiraciones, y una vez allí cada cual encontró su pequeño regalo con un cumplido de circunstancias, según la costumbre holandesa.
Para mí había un pastel en forma de muñeca, para mi padre un sujetalibros, etc. Los regalos etan muy originales y lo pasamos muy bien, tanto más cuanto no habíamos celebrado nunca el san Nicolás. Fue un éxito.
Ana.